miércoles, 9 de noviembre de 2016

Museo Sorolla de Madrid


No es muy común que haya museos dedicados a un solo autor. Estos suelen ser fundaciones creadas por ellos mismos o sus descendientes en sus residencias particulares. Es el caso del Museo de Sorolla de Madrid, creado por Clotilde García del Castillo, viuda del pintor, que en su testamento de 1925 legó al Estado la obra de su marido y  la casa familiar,  construida en la calle General Martínez Campos en 1909 a raíz del éxito internacional  de las obras de Sorolla. La vivienda fue proyectada por el arquitecto Enrique María de Repullés y Vargas (1845-1922) siguiendo las indicaciones del pintor para situar en la planta noble, con abundante luz, su estudio, parte pública donde los clientes le visitaban para admirar sus creaciones, y una parte privada con el salón y el comedor. En el piso superior se ubicaban las habitaciones privadas de la familia. Hay que resaltar el jardín, creación del propio Sorolla, no solo en su disposición sino en la selección de plantas que lo componen, ya que se conserva tal como lo diseñó.

Sorolla prestó atención a los rincones de su casa que fueron representados en sus pinturas como temas autónomos. Era habitual para el autor utilizar a su familia y el espacio donde realizaba sus actividades cotidianas como modelos, tanta era la satisfacción en la que transcurría su apacible existencia.

Aunque su formación fue naturalista y su representaciones iniciales se decantaban por los cuadros de Historia, a medida que fue evolucionando su pintura fue acercándose al Impresionismo, ya algo superado en el panorama del arte internacional en esa época. Así los temas de la vida diaria, captados como instantánea,  los costumbristas de la vida y actividad de las clases populares, la copia del natural.  También su técnica de pinceladas sueltas y alargadas y sobre todo el estudio de la luz, el luminismo que representa luces cegadoras  y sombras muy contrastadas .

No obstante, su pintura también tiene influencias del Modernismo, estilo contemporáneo a su obra y del regionalismo que se desarrolló en España a partir del Romanticismo y que seguirá durante todo el siglo XIX y primer tercio del siglo XX, paralelamente al desarrollo internacional de las Vanguardias. Así sus retratos, paisajes y escenas costumbristas son sumamente idealizadas, obviando la situación de desigualdad social que asolaba al país y que se podría concretar en más de un 60% de analfabetismo y una esperanza de vida de 39 años. Los niños, campesinos y pescadores son representados bien alimentados, limpios, como si se trataran de burgueses rurales acomodados. Los cuadros que realizó para la  Sociedad Hispánica, son un claro ejemplo de regionalismo de campesinos ricos vestidos con sus mejores galas, cuyas representaciones ayudaron a configurar la imagen de un país exótico y del patriotismo del pueblo que ha llegado hasta nuestros días, en claro contraste con el internacionalismo de otros autores como Picasso que en los mismos años estaba creando Las Señoritas de Aviñón y con ellas el Cubismo.

Estos rasgos idealizantes son los que le proporcionaron el gran éxito internacional en vida y los que le permitieron llevar una vida apacible y burguesa, absolutamente opuesta a la bohemia vida de los pintores vanguardistas que revolucionaban el arte en París.






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