jueves, 17 de noviembre de 2016

El Jardín de las Delicias. Centenario de la muerte del Bosco (1450-1516)





Obra encargada por Engelbrecht II de Nassau, aristócrata holandés. Fue arrebatado, como botín de guerra, por el Duque de Alba a los sucesores de Engelbrecht en el palacio de Nassau de Bruselas tras torturar al guardián que lo custodiaba, tal era la fama y el ansia de posesión de la obra.  Felipe II, que era un gran coleccionista de la obra del autor, lo adquirió a la casa de Alba y ya en 1593 se hallaba en su poder, exponiéndose en las habitaciones privadas del Palacio Real del Monasterio del Escorial. Según las crónicas, el rey murió  contemplando esta obra. El título primitivo sería el de la Variedad del mundo o el Madroño . Ahora se expone en el Museo del Prado.

El tríptico cerrado representa, ejecutado en grisalla,  el tercer día de la Creación, cuando Dios separó las tierras de las aguas y creó el Paraíso Terrenal. En la parte superior se puede leer la frase, extraída del  Salmo 33, IPSE DIXIT ET FACTA S(U)NT / IPSE MAN(N)DAVIT ET CREATA S(U)NT, que significa «Él lo dijo, y todo fue hecho. Él lo mandó, y todo fue creado». La grisalla contrasta con el brillante colorido del tríptico abierto. Escoger el tres tanto en el día de la Creación como en el salmo, no es aleatorio. El tres es el símbolo de la Trinidad, y por tanto de Dios en la religión cristiana.

 En la tabla derecha (izquierda según la mira el espectador) se describe el Paraíso Terrenal en el que Adán despierta del sueño en que Dios le sumió para crear a Eva de su costilla y Dios toma de mano a Eva para presentarla ante Adán. Al fondo, en el eje de la tabla se halla la fuente de la vida, sobre un sustrato mineral, en el centro de la cual ha situado un búho, trasunto del diablo, ya que en aquella época se usaba  el búho como señuelo para atraer a otras aves, innumerables en la tabla y que son metáforas de las almas. Existen además un sinfín de animales, algunos de ellos exóticos, como la jirafa, el león, el mono y el elefante, y otros directamente fantásticos o sacados de la realidad. Algunos de ellos beben agua, en primer plano el unicornio que, según el simbolismo medieval, purifica las aguas. Al lado de Adán y Eva representa el árbol de la Ciencia del Bien y del Mal con frutos de mora, alusión del placer y el pecado, mostrada con abundancia en el panel central.  Surgen pequeños animales considerados nocivos, batracios, serpientes y derivados de ellos, encarnaciones del mal, que emanan de las aguas y  van avanzando en dirección al panel central.

En esta tabla existe un "pentimento" del autor. En la pintura al óleo, en la que los colores se disuelven en aceite de linaza, se trabaja sobre una imprimación blanca sobre la tabla que se va a pintar, se realiza el dibujo y sobre él se van aplicando distintas capas de pintura en veladuras, es decir, se aplica una capa de pintura, se deja secar y luego se aplica la siguiente. Esto permite que si el autor no está de acuerdo con el resultado final de la obra, pueda pintar encima de la parte desechada y la rehaga de nuevo, es lo que se llama pentimento en italiano, o arrepentimiento en castellano. En esta tabla, Dios fue representado como Dios padre, con barbas y con la mirada puesta en Adán, sin embargo, el resultado fue Dios hijo que mira directamente al espectador.  Solo hay otra mirada directa al espectador, en la tabla del infierno, es el diablo-árbol, quien le mira, y es el espectador el que tiene que elegir entre Dios o el diablo.

 Que la representación del Paraíso esté situada a la derecha no es casual. En la cultura occidental la diestra es el lado bueno, contrapuesto  a la siniestra (donde situará el infierno).

En la tabla central se reproduce la "variedad del mundo" como se denominaba el cuadro en la época en que fue pintado. Representa el género humano, hombres y mujeres, dedicados al deseo y a los placeres, fundamentalmente sexuales, que están figurados literalmente y a través de las frutas que son alegorías  de tales placeres como la fresa, el madroño, las cerezas, o las moras. Es una alusión a cómo el hombre no domina a la naturaleza, sino que es dominado y se deja llevar por ella gracias al placer. Es la tabla más hermética y enigmática de la obra. Existen numerosos personajes y más numerosos aún animales fantásticos, algunos de ellos con orígenes clásicos como el grifo o la sirena, otros basados en los bestiarios medievales,  y otros más reales, descontextualizados, con diferentes tamaños a los que tienen en la realidad por ejemplo, como si se tratase de un sueño. No es extraño que se considere al autor precursor de pintores como Goya, tanto en sus grabados como en sus pinturas negras, y sobre todo del surrealismo, entre otros autores,  de Dalí. El misterio de esta tabla perdura en la actualidad. Muchas de sus escenas derivarían de las fábulas y los relatos populares moralizantes, transmitidos por medio de la oralidad. Algunos autores consideran que esta tabla fue pintada para llevar a la reflexión religiosa profunda de los placeres de la vida y su carácter efímero  e innecesario para alcanzar los fines de la vida eterna.

También en esta tabla existe un pentimento. La esfera central, era en su origen un frutero con hojas que estaba coronado con un huevo. Como este icono podría ser interpretado como metáfora bufa, debido al contexto,  de la Eucaristía, parece que le pareció más pertinente representar una esfera, símbolo del universo, de la unidad, de la totalidad.

En  la parte izquierda del tríptico se alude a el infierno, lugar al que conduciría esa naturaleza inconsciente y placentera de la tabla central. En él se caracterizan las torturas de hombres y mujeres que han sucumbido a los placeres mundanos. La música, considerada un placer pecaminoso por la religión más fundamentalista,  es encarnada por instrumentos contemporáneos del autor: la zanfona, cuya manivela es girada por un condenado que lleva en la otra mano un cuenco con grasa para suavizar la manivela, sin la cual se desafinaría, la chirimía, la gaita, el laúd o el arpa. Además de partituras que se han intentado leer hoy en día, como podemos ver en el vídeo que incluimos más adelante. Hay figuras que son fácilmente interpretables como el hombre que es besado por una cerda vestida de monja que personificaría a los seductores de novicias, o las imágenes dedicadas al juego. Otras imágenes, por el contrario, son mucho más crípticas y tendrían que ver con la simbología mística de la Alquimia, que hoy en día nos resulta del todo incomprensible, pero que para los contemporáneos cultos, como los Nassau, el Duque de Alba o Felipe II, sería factible de descifrar y constituiría una clave de meditación sobre el infierno, el pecado y la vida eterna.

El pentimento de esta tabla es la representación tapada de una enorme salamandra, símbolo del pecado, en cuyo vientre está recostada la figura de un hombre y al lado un libro, que se situaría debajo del hombre atado a un trineo. Desconocemos por qué renunció a esa poderosa imagen.

Las tres tablas configuran un paisaje onírico, con el horizonte muy alto, tratando de adecuar el espacio a la llamada Perspectiva Caballera, forma de captar el espacio situando las partes más alejadas del espectador en la parte superior y con figuras más pequeñas, y las más próximas al espectador en la parte inferior del cuadro y con figuras mayores.

La representación sin figuras nos describe unas arquitecturas fantásticas, basadas en formas de la naturaleza, minerales, vegetales e incluso carnales, que se acoplan a su sentido simbólico, plenas de fantasía, y que influirán en las formas modernistas de Gaudí, siglos más tarde.

Los seres humanos son formas etéreas, alargadas, como si fueran espíritus, muy alejados de la sensualidad de los cuerpos desnudos en las actitudes que quieren representar. Tanto ellos como los animales (fantásticos o no) son representados con un gran detallismo, hasta el punto que pueden visualizarse ampliando las imágenes, como ha resuelto parte del modelado (representación del volumen) o las mejillas con líneas paralelas, o cómo están pintados los cabellos de cada personaje, casi uno a uno. Esto implica que ha usado pinceles con un solo pelo de marta cibelina, como los que utilizaban sus contemporáneos flamencos, y lupas para ejecutar la obra.
En los experimentos por representar de un modo creíble la naturaleza, además del espacio,  en el que no usa la Perspectiva lineal que ya estaba extendida en Italia en esta época, y del modelado usando la escala de grises, la representación de la luz, a pesar de los contrastes de luces y sombras que usa sobre todo en el panel del Infierno, todavía no ha llegado a la captación de las sombras que deberían proyectar las figuras sobre el espacio.

Por último, resaltamos que las formas fantásticas y oníricas que tanto gustaron a sus contemporáneos y tanto nos seducen en la actualidad, beben, además de su propia imaginación, de varias fuentes iconográficas, como los animales fantásticos del mundo clásico, ya apuntados más arriba,  los bestiarios medievales del mundo Románico y Gótico, que podía ver en las distintas arquitecturas religiosas (capiteles, gárgolas, arquivoltas), y sobre todo en los libros miniados, en las orlas que enmarcan las escenas principales.


Por todo ello, se considera a este autor un pintor enmarcado en el llamado Renacimiento Nórdico,  antes denominado de los  Primitivos Flamencos, ya que su estilo es más goticista que Renacentista tanto en su técnica como en su forma de plasmar los temas en la tabla y los propios contenidos religiosos. Sin embargo, hay que reconocer su enorme influencia en la Historia del Arte, en autores de todas las épocas. Sus mismos contemporáneos imitaron y plagiaron sus obras, ya que tenían una estupenda salida en el mercado. Pero fue mucho más allá y su influencia fue recuperada en el arte actual, tanto en Goya como en el Surrealismo y en el Modernismo, como ya hemos apuntado.

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