jueves, 24 de noviembre de 2016

Clara Peeters en el museo del Prado hasta el 19 de febrero de 2017



CLARA PEETERS (Amberes 1594- La Haya 1657)
Pintora barroca nacida en Amberes  que pintó esencialmente bodegones, de los que se conservan una treintena en diversas colecciones del mundo, donde situaba manjares a los que solo tenía acceso la burguesía comercial y financiera.
Es una autora, de las pocas mujeres que decidieron dedicarse a una profesión, secularmente masculina, en la que tuvo que comenzar como oficiala en un taller de un maestro, posiblemente Osias Beert, quien también vivió en Amberes, y hacer todos los exámenes pertinentes para poder abrir su tienda al público.
Pintaba por encargo de la burguesía holandesa que se enriqueció a partir del siglo XV con el comercio de ultramar y la importación de productos de lujo, primero desde Asia y África y más tarde también desde América. Esta burguesía habitaba casas de varias plantas, con pequeñas estancias, y eso explica el formato reducido de sus obras. En ellas se plasma el gusto de la época por el pescado, tanto de agua dulce como salada y el marisco (cangrejos, nécoras, camarones) que consumían sus comitentes y que querían ver reflejado en sus opulentos comedores .                                                             Autorretrato
En sus bodegones, pintados con todo detalle, como corresponde a las características del arte flamenco desde que extendieran la pintura al óleo, allá por el 1400, los hermanos Van Eyck, se refleja el estilo barroco de su propia época pictórica: la reproducción exacta muy naturalista de viandas y objetos, cuyas calidades y texturas son casi táctiles, y el claroscuro del tenebrismo creado en Italia por Caravaggio en el siglo XVI y exportado al resto del mundo  durante el  XVII.



Además del pescado, representa otros manjares como los dulces y frutos secos, productos exclusivos en la época y , lo que es más sorprendente, la gran variedad de aves, sobre todo pájaros, claramente reconocibles, representados a modo de caza y que posiblemente pudieran tener un carácter simbólico pues, aunque es cierto que se comían como algo exquisito, no es muy habitual representarlos con un ave de presa vivo sobre ellos.
A los
los temas culinarios une diversas piezas lujosas importadas, como las vajillas de porcelana de China, las cristalerías venecianas, o las fuentes, saleros o copas de diversos metales, solo asequibles a los grupos sociales acomodados y, en algunas obras, los floreros. No hay que olvidar que las flores eran un producto de lujo que incluso llevó a una burbuja financiera que derivó en la crisis de los tulipanes, y cuyo cultivo ha continuado hasta nuestros días, siendo los Países Bajos el país con mayor producción de flores de la Europa actual.


A esas características comunes a pintores contemporáneos a ella, une algunas peculiaridades: fue quien primero representó los pescados en los bodegones, innovando el tema;  y se preocupó, por todos los medios posibles, de destacar su autoría: así algunos cuadros están firmados en el mango de bellos cuchillos, o su autorretrato se refleja diminuto, junto a las ventanas por donde entra la luz, en las tapaderas de las jarras o el brillo de los metales.

jueves, 17 de noviembre de 2016

Florencio Maíllo reinterpreta El Jardín de las Delicias de El Bosco

Este año el Museo de Artes Decorativas de Madrid rindió su particular homenaje al Bosco con una exposición del pintor salmantino Florencio Maíllo (Mogarraz, Salamanca 1962).
En él el artista deconstruye el jardín en cinco ejes que tratan los temas del caballo, como fuerza pasional; el desnudo que refleja un mundo de eterna juventud, pleno de felicidad y placeres; las frutas asociadas a los placeres efímeros; las flores y plantas donde disfrutan los amantes que nos evocan fugacidad del tiempo; El agua, fuentes y estanques como lugares placenteros.
La técnica empleada se pierde en el tiempo. Es la encáustica, usada ya por los romanos en las pinturas de Pompeya, aunque se olvidó prácticamente hasta nuestros días, aunque hay algunos autores que la han recuperado como José María Sicilia  (Madrid 1954) y ahora Florencio Maillo.
Esta técnica consiste en aglutinar los pigmentos en cera de abeja en caliente. La apicultura es una de las actividades aldeanas esenciales de Mogarraz.
 El soporte de las pinturas es la chapa metálica reciclada, procedente de antiguos bidones que se usaban antiguamente para aislar las fachadas de las viviendas del pueblo natal del autor.
El metal es uno de los materiales preferidos de Maíllo, quien recupera con él sus más profundos recuerdos y raíces de su infancia, debido a la profesión de herrero de su progenitor. Los dibujos están realizados sobre celulosa. la obra se ensambla mediante la técnica del collage, incorporando el dibujo y la encáustica al metal.

Música en El Jardín de las Delicias de El Bosco

El Jardín de las Delicias. Centenario de la muerte del Bosco (1450-1516)





Obra encargada por Engelbrecht II de Nassau, aristócrata holandés. Fue arrebatado, como botín de guerra, por el Duque de Alba a los sucesores de Engelbrecht en el palacio de Nassau de Bruselas tras torturar al guardián que lo custodiaba, tal era la fama y el ansia de posesión de la obra.  Felipe II, que era un gran coleccionista de la obra del autor, lo adquirió a la casa de Alba y ya en 1593 se hallaba en su poder, exponiéndose en las habitaciones privadas del Palacio Real del Monasterio del Escorial. Según las crónicas, el rey murió  contemplando esta obra. El título primitivo sería el de la Variedad del mundo o el Madroño . Ahora se expone en el Museo del Prado.

El tríptico cerrado representa, ejecutado en grisalla,  el tercer día de la Creación, cuando Dios separó las tierras de las aguas y creó el Paraíso Terrenal. En la parte superior se puede leer la frase, extraída del  Salmo 33, IPSE DIXIT ET FACTA S(U)NT / IPSE MAN(N)DAVIT ET CREATA S(U)NT, que significa «Él lo dijo, y todo fue hecho. Él lo mandó, y todo fue creado». La grisalla contrasta con el brillante colorido del tríptico abierto. Escoger el tres tanto en el día de la Creación como en el salmo, no es aleatorio. El tres es el símbolo de la Trinidad, y por tanto de Dios en la religión cristiana.

 En la tabla derecha (izquierda según la mira el espectador) se describe el Paraíso Terrenal en el que Adán despierta del sueño en que Dios le sumió para crear a Eva de su costilla y Dios toma de mano a Eva para presentarla ante Adán. Al fondo, en el eje de la tabla se halla la fuente de la vida, sobre un sustrato mineral, en el centro de la cual ha situado un búho, trasunto del diablo, ya que en aquella época se usaba  el búho como señuelo para atraer a otras aves, innumerables en la tabla y que son metáforas de las almas. Existen además un sinfín de animales, algunos de ellos exóticos, como la jirafa, el león, el mono y el elefante, y otros directamente fantásticos o sacados de la realidad. Algunos de ellos beben agua, en primer plano el unicornio que, según el simbolismo medieval, purifica las aguas. Al lado de Adán y Eva representa el árbol de la Ciencia del Bien y del Mal con frutos de mora, alusión del placer y el pecado, mostrada con abundancia en el panel central.  Surgen pequeños animales considerados nocivos, batracios, serpientes y derivados de ellos, encarnaciones del mal, que emanan de las aguas y  van avanzando en dirección al panel central.

En esta tabla existe un "pentimento" del autor. En la pintura al óleo, en la que los colores se disuelven en aceite de linaza, se trabaja sobre una imprimación blanca sobre la tabla que se va a pintar, se realiza el dibujo y sobre él se van aplicando distintas capas de pintura en veladuras, es decir, se aplica una capa de pintura, se deja secar y luego se aplica la siguiente. Esto permite que si el autor no está de acuerdo con el resultado final de la obra, pueda pintar encima de la parte desechada y la rehaga de nuevo, es lo que se llama pentimento en italiano, o arrepentimiento en castellano. En esta tabla, Dios fue representado como Dios padre, con barbas y con la mirada puesta en Adán, sin embargo, el resultado fue Dios hijo que mira directamente al espectador.  Solo hay otra mirada directa al espectador, en la tabla del infierno, es el diablo-árbol, quien le mira, y es el espectador el que tiene que elegir entre Dios o el diablo.

 Que la representación del Paraíso esté situada a la derecha no es casual. En la cultura occidental la diestra es el lado bueno, contrapuesto  a la siniestra (donde situará el infierno).

En la tabla central se reproduce la "variedad del mundo" como se denominaba el cuadro en la época en que fue pintado. Representa el género humano, hombres y mujeres, dedicados al deseo y a los placeres, fundamentalmente sexuales, que están figurados literalmente y a través de las frutas que son alegorías  de tales placeres como la fresa, el madroño, las cerezas, o las moras. Es una alusión a cómo el hombre no domina a la naturaleza, sino que es dominado y se deja llevar por ella gracias al placer. Es la tabla más hermética y enigmática de la obra. Existen numerosos personajes y más numerosos aún animales fantásticos, algunos de ellos con orígenes clásicos como el grifo o la sirena, otros basados en los bestiarios medievales,  y otros más reales, descontextualizados, con diferentes tamaños a los que tienen en la realidad por ejemplo, como si se tratase de un sueño. No es extraño que se considere al autor precursor de pintores como Goya, tanto en sus grabados como en sus pinturas negras, y sobre todo del surrealismo, entre otros autores,  de Dalí. El misterio de esta tabla perdura en la actualidad. Muchas de sus escenas derivarían de las fábulas y los relatos populares moralizantes, transmitidos por medio de la oralidad. Algunos autores consideran que esta tabla fue pintada para llevar a la reflexión religiosa profunda de los placeres de la vida y su carácter efímero  e innecesario para alcanzar los fines de la vida eterna.

También en esta tabla existe un pentimento. La esfera central, era en su origen un frutero con hojas que estaba coronado con un huevo. Como este icono podría ser interpretado como metáfora bufa, debido al contexto,  de la Eucaristía, parece que le pareció más pertinente representar una esfera, símbolo del universo, de la unidad, de la totalidad.

En  la parte izquierda del tríptico se alude a el infierno, lugar al que conduciría esa naturaleza inconsciente y placentera de la tabla central. En él se caracterizan las torturas de hombres y mujeres que han sucumbido a los placeres mundanos. La música, considerada un placer pecaminoso por la religión más fundamentalista,  es encarnada por instrumentos contemporáneos del autor: la zanfona, cuya manivela es girada por un condenado que lleva en la otra mano un cuenco con grasa para suavizar la manivela, sin la cual se desafinaría, la chirimía, la gaita, el laúd o el arpa. Además de partituras que se han intentado leer hoy en día, como podemos ver en el vídeo que incluimos más adelante. Hay figuras que son fácilmente interpretables como el hombre que es besado por una cerda vestida de monja que personificaría a los seductores de novicias, o las imágenes dedicadas al juego. Otras imágenes, por el contrario, son mucho más crípticas y tendrían que ver con la simbología mística de la Alquimia, que hoy en día nos resulta del todo incomprensible, pero que para los contemporáneos cultos, como los Nassau, el Duque de Alba o Felipe II, sería factible de descifrar y constituiría una clave de meditación sobre el infierno, el pecado y la vida eterna.

El pentimento de esta tabla es la representación tapada de una enorme salamandra, símbolo del pecado, en cuyo vientre está recostada la figura de un hombre y al lado un libro, que se situaría debajo del hombre atado a un trineo. Desconocemos por qué renunció a esa poderosa imagen.

Las tres tablas configuran un paisaje onírico, con el horizonte muy alto, tratando de adecuar el espacio a la llamada Perspectiva Caballera, forma de captar el espacio situando las partes más alejadas del espectador en la parte superior y con figuras más pequeñas, y las más próximas al espectador en la parte inferior del cuadro y con figuras mayores.

La representación sin figuras nos describe unas arquitecturas fantásticas, basadas en formas de la naturaleza, minerales, vegetales e incluso carnales, que se acoplan a su sentido simbólico, plenas de fantasía, y que influirán en las formas modernistas de Gaudí, siglos más tarde.

Los seres humanos son formas etéreas, alargadas, como si fueran espíritus, muy alejados de la sensualidad de los cuerpos desnudos en las actitudes que quieren representar. Tanto ellos como los animales (fantásticos o no) son representados con un gran detallismo, hasta el punto que pueden visualizarse ampliando las imágenes, como ha resuelto parte del modelado (representación del volumen) o las mejillas con líneas paralelas, o cómo están pintados los cabellos de cada personaje, casi uno a uno. Esto implica que ha usado pinceles con un solo pelo de marta cibelina, como los que utilizaban sus contemporáneos flamencos, y lupas para ejecutar la obra.
En los experimentos por representar de un modo creíble la naturaleza, además del espacio,  en el que no usa la Perspectiva lineal que ya estaba extendida en Italia en esta época, y del modelado usando la escala de grises, la representación de la luz, a pesar de los contrastes de luces y sombras que usa sobre todo en el panel del Infierno, todavía no ha llegado a la captación de las sombras que deberían proyectar las figuras sobre el espacio.

Por último, resaltamos que las formas fantásticas y oníricas que tanto gustaron a sus contemporáneos y tanto nos seducen en la actualidad, beben, además de su propia imaginación, de varias fuentes iconográficas, como los animales fantásticos del mundo clásico, ya apuntados más arriba,  los bestiarios medievales del mundo Románico y Gótico, que podía ver en las distintas arquitecturas religiosas (capiteles, gárgolas, arquivoltas), y sobre todo en los libros miniados, en las orlas que enmarcan las escenas principales.


Por todo ello, se considera a este autor un pintor enmarcado en el llamado Renacimiento Nórdico,  antes denominado de los  Primitivos Flamencos, ya que su estilo es más goticista que Renacentista tanto en su técnica como en su forma de plasmar los temas en la tabla y los propios contenidos religiosos. Sin embargo, hay que reconocer su enorme influencia en la Historia del Arte, en autores de todas las épocas. Sus mismos contemporáneos imitaron y plagiaron sus obras, ya que tenían una estupenda salida en el mercado. Pero fue mucho más allá y su influencia fue recuperada en el arte actual, tanto en Goya como en el Surrealismo y en el Modernismo, como ya hemos apuntado.

miércoles, 9 de noviembre de 2016

Museo Sorolla de Madrid


No es muy común que haya museos dedicados a un solo autor. Estos suelen ser fundaciones creadas por ellos mismos o sus descendientes en sus residencias particulares. Es el caso del Museo de Sorolla de Madrid, creado por Clotilde García del Castillo, viuda del pintor, que en su testamento de 1925 legó al Estado la obra de su marido y  la casa familiar,  construida en la calle General Martínez Campos en 1909 a raíz del éxito internacional  de las obras de Sorolla. La vivienda fue proyectada por el arquitecto Enrique María de Repullés y Vargas (1845-1922) siguiendo las indicaciones del pintor para situar en la planta noble, con abundante luz, su estudio, parte pública donde los clientes le visitaban para admirar sus creaciones, y una parte privada con el salón y el comedor. En el piso superior se ubicaban las habitaciones privadas de la familia. Hay que resaltar el jardín, creación del propio Sorolla, no solo en su disposición sino en la selección de plantas que lo componen, ya que se conserva tal como lo diseñó.

Sorolla prestó atención a los rincones de su casa que fueron representados en sus pinturas como temas autónomos. Era habitual para el autor utilizar a su familia y el espacio donde realizaba sus actividades cotidianas como modelos, tanta era la satisfacción en la que transcurría su apacible existencia.

Aunque su formación fue naturalista y su representaciones iniciales se decantaban por los cuadros de Historia, a medida que fue evolucionando su pintura fue acercándose al Impresionismo, ya algo superado en el panorama del arte internacional en esa época. Así los temas de la vida diaria, captados como instantánea,  los costumbristas de la vida y actividad de las clases populares, la copia del natural.  También su técnica de pinceladas sueltas y alargadas y sobre todo el estudio de la luz, el luminismo que representa luces cegadoras  y sombras muy contrastadas .

No obstante, su pintura también tiene influencias del Modernismo, estilo contemporáneo a su obra y del regionalismo que se desarrolló en España a partir del Romanticismo y que seguirá durante todo el siglo XIX y primer tercio del siglo XX, paralelamente al desarrollo internacional de las Vanguardias. Así sus retratos, paisajes y escenas costumbristas son sumamente idealizadas, obviando la situación de desigualdad social que asolaba al país y que se podría concretar en más de un 60% de analfabetismo y una esperanza de vida de 39 años. Los niños, campesinos y pescadores son representados bien alimentados, limpios, como si se trataran de burgueses rurales acomodados. Los cuadros que realizó para la  Sociedad Hispánica, son un claro ejemplo de regionalismo de campesinos ricos vestidos con sus mejores galas, cuyas representaciones ayudaron a configurar la imagen de un país exótico y del patriotismo del pueblo que ha llegado hasta nuestros días, en claro contraste con el internacionalismo de otros autores como Picasso que en los mismos años estaba creando Las Señoritas de Aviñón y con ellas el Cubismo.

Estos rasgos idealizantes son los que le proporcionaron el gran éxito internacional en vida y los que le permitieron llevar una vida apacible y burguesa, absolutamente opuesta a la bohemia vida de los pintores vanguardistas que revolucionaban el arte en París.






viernes, 4 de noviembre de 2016

Coleccción Phillips. Washington D.C.


Existe en Washington un museo familiar formado por Duncan Phillips, coleccionista privado del siglo XX, parte de cuyas obras ( 60 de un total de 2.500 obras) se han expuesto en Barcelona y en Madrid en las salas de la Caixa durante 2016.

Duncan Phillips fue el heredero de un riquísimo industrial del acero  y banquero. Casado con la pintora Majorie Acker, gracias a su origen burgués adinerado y a su pasión por el arte, comenzó su colección en 1921 adquiriendo obras de autores que eran valores ya seguros en esa época: pintura renacentista, neoclásica, romántica, realista, impresionista, postimpresionista y de distintas vanguardias como cubismo o fauvismo. Pero su apuesta definitiva será por los pintores contemporáneos norteamericanos, entre los que destacarán los expresionistas abstractos. Con todas esas obras abrió la Galería Memorial Phillips en Washington D.C.

En 1953, la artista Katherine S. Dreier legó a la colección algunas de las obras más emblemáticas de su propia colección, entre las cuales se encontraban piezas de Juan Gris, Franz Marc, Piet Mondrian, Kurt Schwitters, Alexander Archipenko o Wassily Kandinsky.





Hemos podido admirar la pequeña bañista de Ingres, pintada en 1826 que representa un desnudo  femenino de espaldas y cuya versión originaria es la bañista de Valpinçon conservada en el Museo del Louvre, realizada durante su estancia en Roma en 1808 . En ella podemos apreciar la influencia de Rafael, el pintor al que deseaba parecerse, pero con un aire que anuncia la pintura contemporánea, tratando el desnudo a través de una gran carga erótica, sin obedecer ya a los cánones del mundo académico. La composición es sinuosa, línea que resalta la sensualidad del cuerpo femenino. El dibujo es académico y exacto y muy idealizada la aplicación del color, con tonalidades cálidas, y la luz que ilumina el torso representado con calidades cuasi tactiles de piel de seda.


Honoré Daumier, pintor y caricaturista francés de la tendencia del realismo social, que pisó la cárcel en varias ocasiones por sus sátiras de crítica política y social, está representado por la obra el levantamiento, manifestación revolucionaria del 23 al 25 de febrero de 1848, que obligó al rey Luis Felipe a abdicar y dio lugar a la Segunda República francesa. Son las masas obreras que habían sido relegadas de la actividad política y que estaban siendo explotadas por el capitalismo industrial, las que se manifiestas pidiendo por primera vez en la historia derechos sociales y políticos, ideas revolucionarias en las que militaba Daumier.  El cuadro tiene una clara influencia de Goya en la pincelada suelta y aspecto inacabado; el espacio apenas esbozado mediante una diagonal de edificios no asimilables a ningún lugar concreto de París; el carácter caricaturesco de los personajes que le aporta fuerza a la acción, salvo el revolucionario que está resaltado mediante una camisa blanca, como el patriota de los fusilamientos del tres de mayo de Goya. Podemos observar además la línea marcada del dibujo heredera de su labor como ilustrador.


El mundo del Ballet fue uno de los temas preferidos de Degas, realizó numerosas obras también en esculturas. En Las bailarinas en la barra (1900) Le interesa la representación del movimiento y las frágiles y estilizadas figuras de las adolescentes, que capta en un instante y realiza con una técnica abocetada, ambas características del Impresionismo, movimiento artístico al que pertenece.







Entre los postimpresionistas, se expuso uno de los últimos cuadros de Van Gogh, Casa de Auvers, pintada en 1890,obra de la que el artista dijo " He escogido este tema porque suena como un día largo con los colores verdes del final de la primavera y los amarillos del principio del verano y el cielo del color de cuando el sol ya se ha escondido detrás del monte." Fue uno de sus últimos cuadros, realizado en los dos últimos meses de su vida, en los que sufrió un gran frenesí y agitación psicológica que le llevó a pintar más de un cuadro diario y terminó con su suicidio. La ejecución es rápida con pinceladas pastosas y sueltas que son, junto con el color expresivo, emocional y simbólico, las protagonistas del paisaje.


Henri Matisse pinta un interior de imaginario orientalizante y ejecución fauvista en el interior con cortina egipcia.
 Amadeo Modigliani con el retrato de Elena Povolozky (1917)  que no tuvo mucho éxito en vida y que murió joven por los excesos de su vida bohemia.  la mujer retratada fue su mecenas ocasional. Se resalta en él el dibujo que delimita las formas con trazos gruesos,  los colores planos, con un ligero modelado en el rostro de ojos azules en los que ha dibujado el iris y los tonos ocres de la indumentaria de la mujer.



No faltan en la colección obras de  Picasso como la habitación azul de 1901, Corrida de toros (1934) o Mujer con sombrero verde (1939), de Wassily Kandinsky con su Otoño II (1912) donde todavía se pueden diferenciar formas que imitan la naturaleza pero con un colorido estridente de origen fauvista, ya casi camino de la abstracción,
y  obras del Expresionismo abstracto, tanto de Jackson Pollock como de Mark Rothko, a quien le interesaba más las relaciones del color con la lírica trascendente, y no el arte gestual de la Action Painting de Pollock.