Obra encargada por Engelbrecht II de Nassau, aristócrata
holandés. Fue arrebatado, como botín de guerra, por el Duque de Alba a los
sucesores de Engelbrecht en el palacio de Nassau de Bruselas tras torturar al
guardián que lo custodiaba, tal era la fama y el ansia de posesión de la obra. Felipe II, que era un gran coleccionista de la
obra del autor, lo adquirió a la casa de Alba y ya en 1593 se hallaba en su
poder, exponiéndose en las habitaciones privadas del Palacio Real del
Monasterio del Escorial. Según las crónicas, el rey murió contemplando esta obra. El título primitivo
sería el de la Variedad del mundo o
el Madroño . Ahora se expone en el
Museo del Prado.
El tríptico cerrado representa, ejecutado en grisalla, el tercer día de la Creación, cuando Dios
separó las tierras de las aguas y creó el Paraíso Terrenal. En la parte
superior se puede leer la frase, extraída del Salmo 33, IPSE DIXIT ET FACTA S(U)NT / IPSE MAN(N)DAVIT ET CREATA
S(U)NT, que significa «Él lo dijo, y todo fue hecho. Él lo mandó, y todo
fue creado». La grisalla contrasta con el brillante colorido del tríptico
abierto. Escoger el tres tanto en el día de la Creación como en el salmo, no es
aleatorio. El tres es el símbolo de la Trinidad, y por tanto de Dios en la
religión cristiana.
En la tabla derecha
(izquierda según la mira el espectador) se describe el Paraíso Terrenal en el
que Adán despierta del sueño en que Dios le sumió para crear a Eva de su
costilla y Dios toma de mano a Eva para presentarla ante Adán. Al fondo, en el
eje de la tabla se halla la fuente de la vida, sobre un sustrato mineral, en el
centro de la cual ha situado un búho, trasunto del diablo, ya que en aquella
época se usaba el búho como señuelo para
atraer a otras aves, innumerables en la tabla y que son metáforas de las almas.
Existen además un sinfín de animales, algunos de ellos exóticos, como la jirafa,
el león, el mono y el elefante, y otros directamente fantásticos o sacados de
la realidad. Algunos de ellos beben agua, en primer plano el unicornio que,
según el simbolismo medieval, purifica las aguas. Al lado de Adán y Eva
representa el árbol de la Ciencia del Bien y del Mal con frutos de mora, alusión
del placer y el pecado, mostrada con abundancia en el panel central. Surgen pequeños animales considerados nocivos,
batracios, serpientes y derivados de ellos, encarnaciones del mal, que emanan
de las aguas y van avanzando en
dirección al panel central.
En esta tabla existe un "pentimento" del autor. En la pintura al óleo, en la que los
colores se disuelven en aceite de linaza, se trabaja sobre una imprimación
blanca sobre la tabla que se va a pintar, se realiza el dibujo y sobre él se
van aplicando distintas capas de pintura en veladuras, es decir, se aplica una
capa de pintura, se deja secar y luego se aplica la siguiente. Esto permite que
si el autor no está de acuerdo con el resultado final de la obra, pueda pintar
encima de la parte desechada y la rehaga de nuevo, es lo que se llama pentimento en italiano, o
arrepentimiento en castellano. En esta tabla, Dios fue representado como Dios
padre, con barbas y con la mirada puesta en Adán, sin embargo, el resultado fue
Dios hijo que mira directamente al espectador.
Solo hay otra mirada directa al espectador, en la tabla del infierno, es
el diablo-árbol, quien le mira, y es el espectador el que tiene que elegir
entre Dios o el diablo.
Que la representación
del Paraíso esté situada a la derecha no es casual. En la cultura occidental la
diestra es el lado bueno, contrapuesto a
la siniestra (donde situará el infierno).
En la tabla central se reproduce la "variedad del mundo" como se
denominaba el cuadro en la época en que fue pintado. Representa el género
humano, hombres y mujeres, dedicados al deseo y a los placeres,
fundamentalmente sexuales, que están figurados literalmente y a través de las frutas
que son alegorías de tales placeres como
la fresa, el madroño, las cerezas, o las moras. Es una alusión a cómo el hombre
no domina a la naturaleza, sino que es dominado y se deja llevar por ella gracias
al placer. Es la tabla más hermética y enigmática de la obra. Existen numerosos
personajes y más numerosos aún animales fantásticos, algunos de ellos con
orígenes clásicos como el grifo o la sirena, otros basados en los bestiarios
medievales, y otros más reales,
descontextualizados, con diferentes tamaños a los que tienen en la realidad por ejemplo, como si
se tratase de un sueño. No es extraño que se considere al autor precursor de
pintores como Goya, tanto en sus grabados como en sus pinturas negras, y sobre
todo del surrealismo, entre otros autores, de Dalí. El misterio de esta tabla perdura en
la actualidad. Muchas de sus escenas derivarían de las fábulas y los relatos populares
moralizantes, transmitidos por medio de la oralidad. Algunos autores consideran
que esta tabla fue pintada para llevar a la reflexión religiosa profunda de los
placeres de la vida y su carácter efímero
e innecesario para alcanzar los fines de la vida eterna.
También en esta tabla existe un pentimento. La esfera central, era en su origen un frutero con
hojas que estaba coronado con un huevo. Como este icono podría ser interpretado
como metáfora bufa, debido al contexto, de la Eucaristía, parece que le pareció más
pertinente representar una esfera, símbolo del universo, de la unidad, de la
totalidad.
En la parte izquierda
del tríptico se alude a el infierno, lugar al que conduciría esa naturaleza inconsciente
y placentera de la tabla central. En él se caracterizan las torturas de hombres
y mujeres que han sucumbido a los placeres mundanos. La música, considerada un placer pecaminoso por la religión más fundamentalista, es encarnada
por instrumentos contemporáneos del autor: la zanfona, cuya manivela es girada
por un condenado que lleva en la otra mano un cuenco con grasa para suavizar la
manivela, sin la cual se desafinaría, la chirimía, la gaita, el laúd o el arpa.
Además de partituras que se han intentado leer hoy en día, como podemos ver en
el vídeo que incluimos más adelante. Hay figuras que son fácilmente interpretables como el hombre que es besado
por una cerda vestida de monja que personificaría a los seductores de novicias,
o las imágenes dedicadas al juego. Otras imágenes, por el contrario, son mucho más crípticas y
tendrían que ver con la simbología mística de la Alquimia, que hoy en día nos
resulta del todo incomprensible, pero que para los contemporáneos cultos, como
los Nassau, el Duque de Alba o Felipe II, sería factible de descifrar y constituiría una
clave de meditación sobre el infierno, el pecado y la vida eterna.
El pentimento de
esta tabla es la representación tapada de una enorme salamandra, símbolo del
pecado, en cuyo vientre está recostada la figura de un hombre y al lado un
libro, que se situaría debajo del hombre atado a un trineo. Desconocemos por
qué renunció a esa poderosa imagen.
Las tres tablas configuran un paisaje onírico, con el
horizonte muy alto, tratando de adecuar el espacio a la llamada Perspectiva
Caballera, forma de captar el espacio situando las partes más alejadas del
espectador en la parte superior y con figuras más pequeñas, y las más próximas
al espectador en la parte inferior del cuadro y con figuras mayores.
La representación sin figuras nos describe unas
arquitecturas fantásticas, basadas en formas de la naturaleza, minerales,
vegetales e incluso carnales, que se acoplan a su sentido simbólico, plenas de
fantasía, y que influirán en las formas modernistas de Gaudí, siglos más tarde.
Los seres humanos son formas etéreas, alargadas, como si
fueran espíritus, muy alejados de la sensualidad de los cuerpos desnudos en las
actitudes que quieren representar. Tanto ellos como los animales (fantásticos o
no) son representados con un gran detallismo, hasta el punto que pueden
visualizarse ampliando las imágenes, como ha resuelto parte del modelado (representación
del volumen) o las mejillas con líneas paralelas, o cómo están pintados los
cabellos de cada personaje, casi uno a uno. Esto implica que ha usado pinceles
con un solo pelo de marta cibelina, como los que utilizaban sus contemporáneos
flamencos, y lupas para ejecutar la obra.
En los experimentos por representar
de un modo creíble la naturaleza, además del espacio, en el que no usa la Perspectiva lineal que ya
estaba extendida en Italia en esta época, y del modelado usando la escala de
grises, la representación de la luz, a pesar de los contrastes de luces y sombras que usa
sobre todo en el panel del Infierno, todavía no ha llegado a la captación de
las sombras que deberían proyectar las figuras sobre el espacio.
Por último, resaltamos que las formas fantásticas y oníricas
que tanto gustaron a sus contemporáneos y tanto nos seducen en la actualidad,
beben, además de su propia imaginación, de varias fuentes iconográficas, como
los animales fantásticos del mundo clásico, ya apuntados más arriba, los bestiarios medievales del mundo Románico y
Gótico, que podía ver en las distintas arquitecturas religiosas (capiteles,
gárgolas, arquivoltas), y sobre todo en los libros miniados, en las orlas que
enmarcan las escenas principales.
Por todo ello, se considera a este autor un pintor enmarcado
en el llamado Renacimiento Nórdico, antes denominado de los Primitivos Flamencos, ya que su estilo es más goticista que
Renacentista tanto en su técnica como en su forma de plasmar los temas en la
tabla y los propios contenidos religiosos. Sin embargo, hay que reconocer su
enorme influencia en la Historia del Arte, en autores de todas las épocas. Sus
mismos contemporáneos imitaron y plagiaron sus obras, ya que tenían una
estupenda salida en el mercado. Pero fue mucho más allá y su influencia fue
recuperada en el arte actual, tanto en Goya como en el Surrealismo y en el Modernismo,
como ya hemos apuntado.