domingo, 4 de febrero de 2018

Rosario Weiss discípula de Goya

Durante el siglo XIX las restricciones para convertirse en artista eran tantas que la primera batalla era tratar de conseguir cierta libertad, como hizo Rosario Weiss 





'Adrienne Barre', uno de los figurines realizados por Rosario Weiss en los que destaca el vestido y el peinado de moda "a la jirafa".
'Adrienne Barre', uno de los figurines realizados por Rosario Weiss en los que destaca el vestido y el peinado de moda "a la jirafa".

En la década de 1880, Maria Bashkirtseff, joven artista y escritora rusa, partía hacia París con la intención de formarse como pintora, misión nada sencilla para las mujeres entonces. Las alumnas llegaban de todas partes a la capital francesa para concentrarse en los estudios más famosos, entre ellos el de Rodolphe Julian, del cual habla Bashkirtseff. La exclusión de las mujeres en las Academias potenciaba cierta nueva industria muy rentable: los profesores aparecían una vez por semana, daban sus opiniones apresuradas y el aprendizaje resultaba complicado por la multitud de personas reunidas en el mismo cuarto; sólo las privilegiadas podían recibir clases particulares.
La imposibilidad de una formación sólida no era un tema baladí. Frente a los géneros mejor considerados, pintura religiosa, de historia o retratos, el mundo de las aspirantes a pintoras de finales del XIX —y hasta entrado del XX— se circunscribía a lo que las artistas veían, incluso en el caso de pintoras tan radicales como las impresionistas. Era lo cotidiano, las cosas pequeñas, lo que conformaba el universo de su mirada. ¿Cómo alcanzar el éxito pintando flores y frutas o, a lo más, una anciana cosiendo, una madre con su hijo? La propia Bashkirtseff escribía en su diario anticipándose a Virginia Woolf: “Lo que envidio es la libertad de pasear sola, de ir y venir, de sentarse en los bancos de las Tullerías. Esa es la libertad sin la cual no es posible convertirse en artista”.
En efecto, durante el siglo XIX las restricciones para convertirse en artista o escritora eran tantas que la primera batalla era tratar de conseguir cierta dosis de libertad, como hicieron algunas creadoras de aquel momento, entre ellas Rosario Weiss, una de las pocas artistas ligadas a la Academia cuya obra ha sobrevivido.
Muchas lo intentaron; pocas lo consiguieron, atrapadas en su mundo de bodegones y menudencias; de cuadros mal pintados, al margen del canon. Queda sólo ahora por plantear una pregunta incómoda y esencial para el arte hecho por mujeres, en particular en el XIX: quién establece el canon y desde dónde. Tal vez ha llegado el momento de volver a mirar esa pintura “mal pintada” que conforma el relato visual del XIX y tratar de revisarla sin restricciones del canon.

Mucho más que una discípula de Goya

Rosario Weiss fue una sobresaliente dibujante de la primera mitad del XIX y llegó a ingresar en la Academia de San Fernando. La Biblioteca Nacional reúne ahora 140 de sus obras




'Alegoría de la atención (autorretrato)' (1842). Dibujo de Rosario de Weiss.
'Alegoría de la atención (autorretrato)' (1842). Dibujo de Rosario de Weiss.

Vivir con Goya marca. Si a eso se le suma ser hija de padres separados en la primera mitad del siglo XIX, la diferencia con el resto es, incluso, más notable. Esa era la normalidad para Rosario Weiss (Madrid, 1814-1843), artista a quien la Biblioteca Nacional de España reivindica con una exposición en la que destaca su prodigioso dominio del dibujo en una época nada propicia para que las mujeres prosperasen en el mundo del arte. 
Los dibujos de una pequeña Rosario y un ya anciano Francisco de Goya (1746-1828), hechos a cuatro manos, reciben al visitante de la muestra que se abre mañana al público. Es el álbum Goya-Weiss, que contiene los juegos de lápiz y papel con el que el maestro enseñaba a una niña de menos de 10 años. En uno de ellos se aprecia el trazo fino con el que el aragonés esbozó una cabeza sonriente de hombre repasado por una línea más gruesa hecha por Weiss. Otros son dibujos que el artista hacía para que ella los copiara o sobre los que escribía algunas letras. “Conociendo aquel genial pintor el talento y las bellas disposiciones que mostraba ya desde niña, empezó a enseñarla el dibujo a los siete años al mismo tiempo que aprendía a escribir”. Estas líneas de la necrológica de Weiss publicadas en la Gaceta de Madrid, explican que la relación no era solo de profesor y alumna. El trato era familiar.
Leocadia Zorrilla, la madre de Rosario, se instaló en la Quinta de Sordo, la casa de Goya a las afueras de Madrid. Era el ama de llaves del pintor y vivió allí con sus dos hijos menores entre 1820 y 1824. Hasta aquí lo probado. La presunción de que la madre y el pintor fueran amantes es algo que se dice pero no hay documentos, explicó ayer el comisario de la muestra, Carlos Sánchez Díez. Y tampoco está demostrado que Weiss fuera hija del autor de las Pinturas negras. Sánchez no da pábulo, y asegura que la quería como tal y se refería a ella como “mi Rosario”. En una carta a su amigo Ferrer, Goya escribe: “Quisiera que la tuviera como si fuera hija mía”.
Weiss se forja entre estas dos personalidades: su madre, una mujer que se buscaba la vida tras separarse de su marido, un joyero de origen alemán, y el artista. Esta influencia, su talento natural y su educación francesa —vivió con Goya en Burdeos, donde recibió formación académica, entonces predominaba en Francia la manera de Ingres— hacen de Weiss una artista excepcional, la más importante en España de la primera mitad del XIX. Y le quedó mucho por hacer, porque murió con solo 28 años.
La exposición reúne hasta el 22 de abril 140 obras, entre dibujos, litografías, lienzos (apenas se conocen una decena de su autoría) y documentos, muchos de ellos nunca vistos. Y la acompaña el catálogo razonado, fundamental para el proyecto reivindicativo de la artista. Un exhaustivo trabajo del comisario que amplia lo que se conocía de Weiss y el número de obras que se le atribuían. Ya que el pequeño formato de los dibujos facilita su dispersión en múltiples colecciones particulares.





'Caricatura masculina', uno de los bocetos que Goya realizaba para que la pequeña Rosario repasara y aprendiera a trazar líneas.
'Caricatura masculina', uno de los bocetos que Goya realizaba para que la pequeña Rosario repasara y aprendiera a trazar líneas.

No es baladí que se centrara en dibujos y litografías. Trabajó en un momento en el que muy pocas mujeres recibieron la consideración de artista y ella se definía como tal. Quería vivir de sus dones profesionales, de su talento. Para dibujar la intendencia es mucho menor que para montar un taller de pintora y los tiempos en los que las mujeres logran tener una habitación propia todavía quedaban lejos. No se ha encontrado ningún escrito que atestigüe su condición de precursora del feminismo. Basta su vida: toda una declaración de intenciones.
Cuando regresó a España, en 1833, comenzó a trabajar como copista en el Museo del Prado aceptando encargos —pinturas alimenticias—. La alta sociedad le pide retratos, el género por el que será más conocida. Realiza figurines de moda en los años veinte y treinta del siglo XIX, un periodo de eclosión de las revistas de esta temática,
Los reconocimientos más importantes de su carrera los recibió en 1840, cuando ingresó en la Academia de San Fernando, y en 1842, al ser nombrada profesora de dibujo de las infantas Luisa Fernanda e Isabel (futura Isabel II); de ambas hay bocetos en la muestra. Para postularse a ese puesto arguye su formación y orgullo profesional.
Los adjetivos delicada, precisa y minuciosa que con frecuencia describen a las mujeres decimonónicas, en esta muestra solo caben para referirse a la obra de Weiss.

Rosario Weiss: de aprendiz de Goya a académica de mérito


'Retrato de Rosario Weiss y Zorrilla' de Rosario Weiss. BNE

El pintor Francisco de Goya le enseñó a la par a escribir y dibujar
Material inédito: dibujos, litografías, pinturas y documentos
A principios de siglo XIX, Rosario Weiss era una pintora de lo más singular. Más que aprendiz de Goya, los investigadores de arte la identifican como su hija, y heredera en parte de su genio, aunque no haya sido reconocida como una gran autora. La Biblioteca Nacional Española trata ahora de reivindicar su figura con una amplia exposición que podrá visitarse hasta el 22 de abril.
Nacida en Madrid en 1814, Weiss fue una artista que consiguió en su corta vida abrirse camino en el exclusivo ambiente artístico masculino. Adquirió en sus inicios el estilo del pintor aragonés, que ejerció como su maestro, y de quien se ha dicho que era su padre, algo que nunca llegó a probarse. La joven pintora abandonó ese influjo a partir de su formación en la escuela pública de dibujo de Pierre Lacour en Burdeos. Allí adquirió un estilo propio del romanticismo francés de Ingres: trazos precisos, limpios y ordenados.Rosario Weiss convivió junto a su madre, Leocadia Zorrilla, y Goya en la Quinta del Sordo (Madrid) entre 1820 y 1824. Desde otoño de 1824 convivieron en Burdeos, donde la familia permaneció hasta su regreso a Madrid, tras la muerte del pintor.
Dibujos de Rosario Weiss (1814-1843) es la muestra compuesta por más de un centenar de obras que se exponen en la Biblioteca Nacional, en colaboración con el Museo Lázaro Galdiano y el Centro de Estudios Europa Hispánica (CEEH).
Los dibujos de Weiss consiguieron reunir a "gente anónima y a grandes literatos", explica Carlos Sánchez Díaz, comisario de la muestra y encargado del departamento de conservación del Museo Lázaro Galdiano. Retratos de Goya, Ramón Mesonero Romanos o El marqués de Benalúa, numerosos paisajes, pinturas y una veintena de litografías como Autorretrato, Esponceda, Larra o Zorrilla son el conjunto que refleja el trabajo de una dibujante "muy notable", según Sánchez Díaz.
La exposición despliega su amplio material artístico que, según Sánchez Díaz, "busca y consigue mostrar la trayectoria profesional de la artista, de sus diferentes etapas, desde sus inicios cuando convivía con Goya y toda su carrera profesional hasta su muerte con 28 años". Según destaca el comisario, "no siempre se consigue plantear una trayectoria tan completa como esta".
Hacia 1833 Weiss regresó a Madrid, donde compaginó la copia de pinturas de grandes maestros como Velázquez, el propio Goya, Murillo, Tiziano, Rubens y Van Dyck con retratos a lápiz de escritores y personajes de la burguesía liberal.
En un ambiente eminentemente masculino, Rosario Weiss "fue muy inteligente al meterse en el Liceo Artístico y Literario de Madrid, se convirtió en miembro muy activo de la institución, consiguió hacer buenas relaciones y accedió a una clientela burguesa e ilustrada" esclarece Sánchez. El nombre de esta artista comenzó a escucharse y a aparecer en las reseñas de prensa hasta que, en 1840, su labor fue reconocida por la Academia de Bellas Artes de San Fernando, que la nombró académica de mérito.
Las 140 obras de la artista que presenta la muestra, además de los dibujos que Francisco de Goya hizo para el aprendizaje de Weiss, estarán en la Biblioteca Nacional hasta el 22 de abril.


No hay comentarios:

Publicar un comentario