domingo, 18 de febrero de 2024

Los mil significados de las flores en el arte. Muestra del Kunsthalle de Múnich. El Correo

 Begoña Gómez Moral

Sábado, 1 de abril 2023, 15:39

Cuando Barack Obama, el 44 expresidente de EE UU, presentó en 2018 su retrato oficial, no el destinado a la colección de la Casa Blanca que se dio a conocer en 2022, sino el que pasa a formar parte de la Galería Nacional de Washington, la sorpresa fue mayúscula al verle sentado con despreocupación en una silla de anticuario, sin suelo bajo los pies y casi engullido por una gran pared vegetal que amenazaba con apoderarse de la escena. No había nada allí del gesto abierto y generoso con la mano extendida de George Washington; de la mirada meditativa lanzada hacia el horizonte de Abraham Lincoln, de la sonrisa de estrella de cine de Ronald Reagan o de la pensativa cabeza inclinada sobre el pecho del retrato póstumo de J.F.K. Tradicionalmente esas pinturas, aparte de entrar en la historia del país, pasan a formar parte de un juego de preferencias entre los sucesivos presidentes: si uno opta por tener cerca a Grover Cleveland, el siguiente puede que lo relegue a una sala de reuniones remota y prefiera ver a diario a John Adams en el despacho Oval. Suelen ser lienzos de composición tradicional y colorido terciario, donde lo más aventurado es a menudo una pequeña sombra más a la izquierda o más a la derecha de la testa presidencial.

'Venus Verticordia', de Dante Gabriel Rosetti (1864).
'Venus Verticordia', de Dante Gabriel Rosetti (1864).

El retrato de Obama hacía saltar esa costumbre en pedazos. Verde musgo, verde Veronés, esmeralda, ftalocianina, cadmio, vejiga, óxido de cromo,… la saturación de los colores era suficiente para iluminar aquel lunes de mediados de febrero en que se presentó en público. No pocos comentaristas encontraron especialmente chocante la cantidad de florecillas que asomaban entre las ramas. Pero allí estaba su autor, Kehinde Wiley, para explicar que no estaban trazadas al azar y que cada una obedecía a un motivo y a una parte de la biografía del presidente: crisantemos, la flor oficial de Chicago, por ser la capital del estado que le dio su escaño; jazmines blancos para simbolizar los años en Hawái y lirios azules africanos por su herencia paterna. Sin olvidar los brotes de rosas rojas como emblema universal de amor y coraje.

La pintura de Wiley juega con elementos florales también en el 'Retrato de noble florentino III', que forma parte de una exposición en el Kunsthalle de Múnich dedicada a recorrer algunas de las grandes atribuciones y paradojas de las flores. La tarea es ímproba y demuestra una vez más que las flores implican mucho más que su bello aspecto. En la naturaleza desempeñan un papel imprescindible en la reproducción de las plantas y nutren a los insectos. El ser humano interfiere continuamente en estos procesos a pesar de que el uso de pesticidas y antibióticos no solo perjudica a las plantas y a los polinizadores, sino que también supone un riesgo para la salud del resto de habitantes del planeta. Incluso muchas especies de flores se han modificado para potenciar su estética y ahora son bellas solo al ojo humano, aunque hayan perdido el atractivo para su verdadero público, los pájaros e insectos polinizadores.

En Holanda, en el s. XVII, un cuadro de un ramo de tulipanes costaba menos que la propia planta

De esa acuciante realidad, el recorrido viaja al origen de las flores, que se remonta a unos 140 millones de años. Su desarrollo contribuyó de manera fundamental a la formación de la biodiversidad de nuestros ecosistemas. Las expediciones de investigación, tanto como el comercio internacional, sobre todo en un contexto colonial, promovieron la transferencia de flores a través de los continentes. Como resultado, muchas plantas crecen hoy lejos de sus hábitats originales El geranio, por ejemplo, parte integral de la primavera europea, es originario de la parte sur de África.

Las fábulas de la antigua Grecia y Roma suelen contener relaciones entre dioses, humanos y flores. Estos mitos se han transmitido durante siglos y han permanecido vivos sin dejar de transformarse desde entonces. Teniendo en cuenta que los relatos de la mitología grecolatina sobrepasan los 2.000 años de antigüedad, no es de extrañar que se hayan superpuesto las capas de sentido. Flora, la diosa romana de las flores y la fertilidad, se convirtió con el tiempo en la figura alegórica de un liderazgo capaz de generar prosperidad. Es solo un ejemplo entre muchos: el narciso, el jacinto o la peonía tienen su leyenda. En otros casos, como el del origen de la Vía Láctea a partir de la leche materna de Hera y de los lirios nacidos de las gotas dispersas que cayeron sobre la Tierra, la belleza de la narración legendaria brilla a través de siglos de reinterpretaciones. Y otras veces se construye una leyenda que no puede ser sino una adaptación: el girasol no llegó a Europa hasta el siglo XVI, sin embargo la fábula de la ninfa del agua llamada Clytia –que, enamorada de Apolo, el sol, se convirtió en flor para seguirlo– debió adaptarse en algún momento de esa larga historia.

'Las rosas de Heliogábalo' de Lawrence Alma Tadema ( 1888), 'Cardo' de Barbara Regina Dietzsch (1750), y 'Jarrón con flores' de Abraham Mignon (1665).
'Las rosas de Heliogábalo' de Lawrence Alma Tadema ( 1888), 'Cardo' de Barbara Regina Dietzsch (1750), y 'Jarrón con flores' de Abraham Mignon (1665).

Incluso antes de la avalancha de mitos grecolatinos, la flor de loto del antiguo Egipto ya llegó a acumular significados; el más destacado implicaba creación y renacimiento, ya que era un símbolo del sol que al anochecer se cierra y se sumerge en el agua y al amanecer asciende y se vuelve a abrir. A través del espacio y el tiempo, el loto significaba también crecimiento y resiliencia en las culturas orientales, donde se valoraba su capacidad para permanecer intacto y puro en su interior a pesar de crecer en aguas a veces cenagosas. En cuanto a la simbología del jardín, la mención de un recinto cerrado y cuajado de flores se remonta al año 4000 adC., durante el periodo sumerio de Mesopotamia, donde las comunidades del desierto valoraban el agua y la exuberante vegetación. No en vano la palabra 'paraíso' procede del persa antiguo 'pairidaeza' (cercado). También en el Corán hay más de 120 referencias a jardines, que se expresan en fabulosas alfombras, decoraciones murales y manuscritos iluminados del siglo XIII, donde destaca el árbol de la vida como símbolo común de entendimiento y verdad, rodeado de intrincados arabescos vegetales para simbolizar la naturaleza eterna y trascendente de Dios.

No pocos mitos florales se transfirieron a la religión sin apenas alteraciones. El lirio blanco nacido de la leche materna de Hera, por ejemplo, pasó a simbolizar la pureza de María, la madre de Jesús. El simbolismo floral alcanzó un punto álgido –que se prolongaría varios siglos– con los 'memento mori' de las escuelas europeas, que llenaban a rebosar los lienzos de brotes con la excusa de recordar la futilidad de la belleza y la vida. Holanda se convirtió en el escenario de uno de los fenómenos más extraños en la historia de las flores: la fiebre por los tulipanes. En su apogeo, a mediados de la década de 1630, un solo bulbo podía venderse por el equivalente al salario de quince años de un artesano de Ámsterdam.

Quien no podía pagarlos encargaba a los artistas que se los pintara. Un ramo de tulipanes pintados por alguno de los mejores maestros de la época no solía superar los 5.000 florines, mientras que en una subasta en febrero de 1637, un solo bulbo del tulipán 'Semper Augustus' cambió de manos por 5.500 florines. No es de extrañar que la pasión desmesurada por estas flores acabase dando lugar a una burbuja económica y a la consiguiente crisis financiera.

Ciencia y arte

Brueghel el Joven da cuenta del fenómeno en una fantástica alegoría que conecta con la fotografía contemporánea de Andreas Gursky de los interminables campos de tulipanes de Keukenhof, no muy lejos de su residencia en Dusseldorf, vistos desde el aire. De lejos son franjas de colores tan delicados que siguen su propia armonía. De cerca, también son flores que no lo parecen, ordenadas como a escuadra y a la espera de entrar en el torrente sanguíneo de la economía.

Jarrón potpourri. Porcelana Meissen, hacia 1850.
Jarrón potpourri. Porcelana Meissen, hacia 1850.

Las flores tienen la capacidad de limar las asperezas entre arte y ciencia. Ambos campos siempre se han mirado con respeto e influido mutuamente cuando se trata de representarlas. Las interpretaciones artísticas han inspirado a los botánicos en sus ilustraciones y los estudios y documentales de flores, a su vez, han hecho accesibles para generaciones de artistas sus diversas manifestaciones. A medio camino surgen los prestigiosos nombres de Girolamo Pini, Karl Blossfeldt, Barbara Regina Dietzsch o la pionera Marianne North, que construyó a partir del arte botánico el rico legado de una vida que, aunque de forma explícita la compadeciesen, a muchos de sus coetáneos debió parecerles envidiable.

La expresión alemana 'decir algo con una flor' significa hablar de manera indirecta. El origen se remonta quizá a la costumbre de usar flores como mensajes. Modestia, celos, lealtad, codicia, alegría, tristeza o deseo... no parece haber límites para el significado simbólico de las flores, que, sin embargo, difiere según las épocas y los lugares. El clavel verde del esteticismo y del amor homoerótico decimonónico encuentra la réplica en las representaciones de flores de alto voltaje de Mapplethorpe.

La muestra también se hace eco de las flores como símbolos políticos. Emblemas de partido, expresiones de la pompa del poder o de la protesta contra el mismo, el arte se ha valido de las flores para llamar la atención sobre reivindicaciones sociales. Los claveles de la revolución portuguesa de 1974 son los mismos que simbolizan la sangre del martirio en docenas de representaciones de santos. Solo cambia la época y el contexto. Las flores hablan claro para quien sabe entenderlas y les queda mucho por decir.


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