Los frescos que pintó Giotto hace siete siglos, destruidos, salen a la luz (para ver de cerca)
El pintor trabajó en la capilla Bardi a principios del XIV; después la pintura se deterioró y fue encalada en el siglo XVIII. Una restauración mal hecha en el XIX acabó de destrozarla. Ahora una buena rehabilitación permitirá disfrutarlos mejor
No se sabe ni siquiera cuál era su verdadero nombre, porque aquel con el que ha pasado a la historia es solo un apodo, probablemente un diminutivo de Biaggio o de Ambrogio. De lo que no hay duda es de que Giotto revolucionó la pintura a finales del siglo XIII y principios del XIV, introduciendo el volumen y la perspectiva, apostando por un mayor realismo y abriendo las puertas a un nuevo estilo, el renacentista, que cambiaría para siempre la historia del arte.
Igual que su contemporáneo Dante es considerado el padre de la lengua italiana, Giotto pasa por ser el precursor de la pintura moderna. Fue tan rompedor que ya en su época se le reverenciaba como a un auténtico genio, un ser mítico sobre el que circulaban decenas de relatos y leyendas. Una de las más famosas le atribuía la capacidad de dibujar un círculo perfecto a mano alzada, sin necesidad de utilizar un compás.
En la Capilla Bardi, en Florencia, se encuentra uno de los ejemplos más sublimes del arte de Giotto. Los Bardi, una rica dinastía de banqueros y comerciantes florentinos, encargó a principios del siglo XIV al artista que pintara la capilla de la familia en la Iglesia de la Santa Croce. Al tratarse de una basílica franciscana, se decidió decorarla con seis escenas de momentos cruciales de la vida de san Francisco de Asís. Se estima que Giotto trabajó en la capilla durante dos años, desde 1326 a 1328, creando una serie de frescos absolutamente magníficos y que, a decir de los expertos, sintetizan la suma de toda su sabiduría pictórica.
El problema es que no resulta fácil regodearse en los detalles que hacen de la capilla Bardi un lugar absolutamente excepcional. La capilla tiene unos 12 metros de altura, y a eso se suma que los frescos más deteriorados son los de la parte baja. Los situados más arriba están en mucho mejor estado, pero al observarlos desde el suelo, a simple vista, es complicado apreciar pormenores como la increíble variedad de expresiones que Giotto plasmó en los rostros de muchos de los personajes que retrató: sorpresa, tristeza, serenidad, estupor…
Sin embargo, en breve será posible contemplar los frescos de Giotto en la capilla Bardi como nunca antes se han visto: frente a frente, a muy poca distancia, permitiendo al espectador deleitarse en los detalles de su prodigiosa ejecución. La capilla está en proceso de rehabilitación, por lo que se ha instalado una estructura de andamios que permite a los restauradores trabajar en los frescos de Giotto, distribuidos en tres alturas diferentes. En estos momentos solo los florentinos, y únicamente los fines de semana, pueden acudir a contemplar de cerca la obra de Giotto en la capilla Bardi. Pero cuando la restauración de los frescos concluya —en teoría en julio de 2025, aunque se da por hecho que habrá algún retraso— se mantendrá durante un tiempo limitado ese sistema de andamiajes y, en pequeños grupos de unas cinco personas, será posible ver desde una distancia de tan solo centímetros los maravillosos frescos de Giotto. Una experiencia sobrecogedora y absolutamente única.
El caso es que los excepcionales frescos que Giotto pintó en capilla Bardi no siempre han sido tan apreciados como lo son ahora. De hecho, después de que el artista los realizara a principios del siglo XIV, con el paso del tiempo y la falta de cuidados, las pinturas se fueron deteriorando inexorablemente. Y a eso se añade que Giotto, hoy reverenciado como el padre de la pintura moderna, fue pasando de moda y acabó siendo considerado una antigualla. La situación fue degenerando hasta que en 1730 se perpetró el imperdonable sacrilegio: los frescos del Giotto en la capilla Bardi fueron cubiertos con una capa blanca de cal. Tal cual, así de bestial. Y, por si fuera poco, a principios del siglo XIX se instalaron dos monumentos funerarios en la parte inferior de los frescos.
En 1730 se perpetró el imperdonable sacrilegio: los frescos del Giotto en la capilla Bardi fueron cubiertos con una capa blanca de cal
Durante 120 años las escenas de san Francisco realizadas por el Giotto permanecieron ocultas bajo ese revestimiento de cal blanca. Muchos incluso llegaron a olvidarse de lo que había debajo de aquel encalado. La prueba es que en 1851 se encargó al pintor Carlo Morelli que decorara las blancas paredes de la capilla Bardi. Sin embargo, Morelli se percató de que debajo de esa capa blanca había frescos del Giotto y defendió con vehemencia que lo que había que hacer era sacarlos de nuevo a la luz. Y eso es lo que finalmente se decidió.
Pero, una vez más, se produjo un desastre. La operación encaminada a recuperar los frescos del Giotto le fue encomendada a Gaetano Bianchi, considerado en la época el 'príncipe de los restauradores'. Sin embargo, los martillazos y cincelazos que empleó para quitar las capas de cal provocaron daños terribles en las pinturas. A día de hoy, de hecho, las marcas de esos golpes son perfectamente visibles. "Mira, fíjate, aquí se aprecia perfectamente el impacto de las mazas que se emplearon para retirar la capa de cal", nos indica Maria Rosa Lanfranchi, al frente de la restauración de la capilla Bardi. Y a eso se añade que la retirada de los dos monumentos funerarios se llevó por delante enormes trozos de los frescos inferiores.
Bianchi, no contento con el destrozo ocasionado, cubrió todos los huecos, incluidas las grandes lagunas dejadas con la retirada de los sepulcros, con pinturas que imitaban a las del Giotto. Otra aberración, al menos a ojos de los principios de la restauración actual.
Así quedó la cosa hasta que en 1957 se llevó a cabo una nueva restauración de los frescos, llevada a cabo por Leonetto Tintori bajo la dirección de Ugo Procacci. "Lo primero que se preguntaron es si en la capilla quedaba a esas alturas algo de Giotto, y por fortuna vieron que sí, que quedaba bastante", señala Maria Rosa Lanfranchi. "Y después de llevar a cabo esa comprobación, optaron por algo absolutamente radical: decidieron eliminar todos los añadidos que había realizado Bianchi y dejar única y exclusivamente lo que había pintado Giotto".
Fue una decisión arriesgada. Hubo incluso que preparar a los florentinos para ver la capilla Bardi repleta de huecos vacíos, dado que llevaban un siglo contemplándola completada por Gaetano Bianchi. "Hubo campañas en el diario La Nazione concienciándoles de que iban a ver solo lo que había pintado Giotto y que esa era la decisión correcta", explica Maria Rosa Lanfranchi.
La capilla Bardi está siendo ahora objeto de un nuevo proceso de restauración. Pero cuando la rehabilitación concluya, tendrá lugar el milagro: durante un tiempo, será posible contemplar los frescos de Giotto con seis escenas de la vida de san Francisco desde muy muy cerca.